Debido a nuestra particular trayectoria evolutiva, los seres humanos hemos desarrollado la posibilidad de elegir de modo consciente y voluntario la mayoría de las acciones que confieren nuestra identidad. Es decir, podemos permitir que el pensamiento -con nuestros motivos, intenciones y fines- guíe nuestra forma de actuar, y no lo hagan nuestros impulsos como mero mecanismo de respuesta ante los estímulos.
Una pretensión típicamente humana es dotar a nuestras acciones de sentido, y que éste además sea comprensible por el resto de personas. Para ello nos vemos en la necesidad de descubrir qué es lo bueno, qué es lo malo, y si existe algún patrón para identificar lo uno y lo otro con carácter general, en nuestras acciones y en las de los demás.
Dado que bueno y malo son valoraciones, se necesita al menos un punto de partida para efectuarlas, pues igual que en geometría, no se pueden realizar acotaciones de ningún tipo si antes no contamos con un punto de referencia.
Esos puntos de referencia se conocen como axiomas y postulados. A partir de ellos se articulan los criterios éticos, que pretenden llegar a una demostración de bondad o maldad de los actos.
Existen axiomas que son auto-evidentes, como por ejemplo decir “la existencia existe”, “el todo es mayor que la parte”, que son verdades apodícticas, es decir, que no necesitan demostración alguna.
Otros axiomas, sin embargo, no son auto-evidentes. Se conocen como postulados, aunque convencionalmente se los puede llamar también axiomas.
Cada postulado puede dar lugar a un sistema deductivo diferente. Por ejemplo, se puede deducir que comer animales es intrínsecamente malo, argumentando que implica sufrimiento, y provocar sufrimiento es algo malo. Por lo tanto, tenemos que comer animales está mal, siempre y cuando aceptemos que el sufrimiento es algo malo per sé, que sería el postulado de partida.
"El sufrimiento es malo" no resulta auto-evidente, pero sí que resulta suficientemente intuitivo como para ser aceptado sin demasiados problemas por el común de la gente. Por supuesto, si alguien no acepta ese axioma como principio, no podrá aceptar finalmente ninguna maldad intrínseca en comer animales.
Otros axiomas que forman parte del ideario común en casi todas las culturas son los siguientes:
- es malo robar los bienes ajenos.
- hay que respetar la vida de los demás.
- no se debe mentir.
- etc.
Es decir, se suele aceptar como algo rechazable aquello que produce un perjuicio o agravio para nuestros semejantes. Esto se debe en gran medida a la empatía y la noción de reciprocidad tan propia de la mayoría de los miembros de nuestra especie, junto con la tradición, la herencia cultural o la genética.
Otro tema sería la incoherencia de aceptar estos axiomas sólo para con los animales humanos, que suele ser bastante habitual. Aunque tampoco ha de entrañarnos mucho a la vista de la falta de compromiso con los principios que se aceptan incluso hacia los de nuestra misma especie.
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Filosofo Vegano
"La gente no busca razones para hacer lo que quiere, busca excusas"
William Somerset
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