"La gente no busca razones para hacer lo que quiere, busca excusas"
William Somerset


5.5.08

La Biología como Arma Social

La ciencia, como la sanidad, la educación y la seguridad social, es una institución creada y mantenida por la sociedad, y al igual que otras instituciones ejerce un influjo sobre ella, y al mismo tiempo está influida por ésta. La creencia popular es que la ciencia es, en primer lugar, autónoma respecto a otros intereses sociales (como la ética, la política o la economía), en segundo lugar indicativa (nos dice cómo hacer lo que queremos, no qué queremos), y en tercer lugar objetiva (no viciada). Sin embargo, tenemos que la ciencia refleja y modela a la vez las características de la sociedad a la que pertenece.

Una de las características dominantes de nuestra sociedad es el especismo, y otra relacionada directamente con ella es la existencia de una “materia prima” indefensa, muda y barata. Además de esta realidad social objetiva, existen argumentos elaborados para explicar la explotación animal. El especismo ha impregnado la ciencia y esta última es su cómplice, al proveer a la especie dominante con razonamientos para justificar su control y explotación sobre las especies “inferiores”.

En este orden de cosas, el especismo no sería un prejuicio ni un fanatismo, tan sólo sería la consecuencia racional de considerar relevantes ciertas características biológicas como para considerar propio de un colectivo un determinado rol social, en este caso los animales no-humanos como esclavos y recursos.

¿Pero a qué se debe que se consideren relevantes estas características? La necesidad económica es, en gran medida, la base del mantenimiento del especismo, igual que en su momento lo fue del racismo.

Poco después de que Colón arribara a las Antillas, el potencial económico de las plantaciones de caña de azúcar empezó a dar sustancioso beneficios, y de este hecho surgió la trata de esclavos. A lomos de la esclavitud vinieron los razonamientos para justificarla. Muy pronto la ciencia comenzó a competir con la religión por el arbitraje de los fenómenos naturales, y las teorías científicas comenzaron a suministrar argumentos justificativos de las desigualdades sociales.

En la actualidad, vemos como la ciencia nos suministra continuamente información destacando las diferencias biológicas entre humanos y no-humanos en base a los genes, la inteligencia, la capacidad de articular sonidos complejos, la posición erguida, etc, y sin embargo otras informaciones como nuestras similitudes genéticas, los antepasados comunes, la capacidad de sentir, etc, suelen quedar tapadas -salvo honrosas excepciones- por tanta información monotemática sobre el homo sapiens y sus atributos diferenciales.

Para aquellos que dedicamos parte de nuestro tiempo a transmitir a otras personas la importancia de respetar a los animales no-humanos, no nos resulta extraño encontrarnos con contra-argumentaciones basadas en las características fisiológicas, anatómicas o etológicas exclusivas de los humanos.

Con esto no pretendo acusar a todos los científicos de conspirar para racionalizar teóricamente la discriminación de especie. Pero dado que hoy en día la ciencia está mitificada, hay una tendencia innata a creer que es infalible o que solamente la ciencia aplicada -pero no la pura- está viciada por las imperfecciones humanas. Los científicos aseguran su objetividad, invocando la filosofía del positivismo lógico, partiendo de la premisa de que la obtención de datos es la única forma de aproximarse a la realidad, pero tras un análisis más imparcial vemos como el enfoque científico al uso suele ir encaminado a perpetuar (o al menos no presenta ninguna intención de evitarlo) el mantenimiento de la institucionalización de la desigualdad de especie.

( referencias: “La Biología como Arma Social”. The Ann Arbor Science for the People )

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